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'CASO MONTORO'
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Perfil | Montoro, el impopular hombre de los ajustes ahora salpicado por el escándalo

La imputación del dos veces ministro de Hacienda con el PP siembra dudas sobre la influencia que tuvo el despacho que fundó en las decisiones políticas que tomaba

Montoro en su segunda etapa como ministro de Hacienda, en 2014.
Antonio Maqueda

Cualquier Gobierno es a su vez un Gobierno de coalición entre su ministro de Hacienda y el resto. Esta frase la solía repetir jocosamente Cristóbal Montoro (Cambil, Jaén, 74 años), quien fuera en dos épocas distintas titular de las finanzas públicas con Ejecutivos del PP, una vez entre 2000 y 2004 con José María Aznar y otra entre 2011 y 2018 con Mariano Rajoy. Este comentario se refiere a la gran cantidad de veces que se paran cosas desde el departamento encargado de las arcas públicas. Es una práctica habitual que Hacienda tenga que autorizar muchas operaciones porque haya dinero e intereses públicos en juego. Irónicamente, son ahora estas intervenciones las que se han puesto en cuestión: si la participación del despacho Equipo Económico, que había sido originariamente fundado por Montoro, servía para desbloquearlas o engrasarlas. El exministro ha sido imputado por crear presuntamente una red de influencias que sirvió para favorecer a empresas gasistas, renovables y eléctricas.

Hablar de Montoro es mencionar la historia económica reciente de España. Suma más de una década de ministro de Hacienda entre sus dos etapas y cuatro años como secretario de Estado de Economía. Nacido en el seno de una familia muy humilde en Jaén, Montoro estaba orgulloso de haber llegado tan lejos pese a su procedencia. Siempre becado, estudió en la primera promoción de Economía de la Autónoma y alcanzó la condición de catedrático. Como profesor era cariñoso y atento con los alumnos, cuentan estudiantes suyos.

Siendo profesor especializado en Hacienda fue contratado por la CEOE para el Instituto de Estudios Económicos. Allí fue, a principios de los ochenta, director de estudios y ayudó a dar músculo intelectual a la patronal. Sobre todo se caracterizó por la defensa de la libertad de empresa para favorecer la prosperidad económica. Ese equipo fue contratado por el PP en los primeros años de los noventa para formar una oposición económica de mayor peso. Cuando gana Aznar las elecciones, es elegido secretario de Estado de Economía. Y en el 2000 es nombrado ministro de Hacienda.

Montoro era entonces un personaje afable, con una imagen rigurosa, austero, trabajador incansable y siempre cargando papeles. En esa época también sufrió los desplantes del vicepresidente Rodrigo Rato, que años más tarde cristalizaron en el escándalo de la amnistía fiscal. En esos años su labor fue esencial para transitar hacia el euro, un objetivo muy exigente que vinculó a España a la prosperidad y estabilidad europea y a unos tipos de interés más bajos. Montoro esgrimía que hacía falta privatizar empresas para bajar el déficit público y dinamizar el sector privado. Fue la base para crear las multinacionales españolas, se dio vuelo a la Bolsa y aterrizó mucha inversión.

Ya fuera del Gobierno, en 2006, el exministro funda Montoro y Asociados para iniciarse en la actividad privada. En el equipo fundador estaba, por ejemplo, Luis de Guindos, que abandonó enseguida la sociedad. Esta consultora es la génesis de sus problemas actuales. En 2008 la cedió a su hermano porque retornaba al Congreso. Y más adelante Ricardo Martínez Rico, que había sido jefe de gabinete y secretario de Estado de Montoro en su primera etapa en el Gobierno, toma las riendas del despacho.

Años más tarde, la burbuja del ladrillo explotó al Ejecutivo de Zapatero. Cuando entró el PP en el Gobierno a finales de 2011, el Estado estaba al borde del rescate con las primas de riesgo disparadas. Montoro se convirtió en la cara impopular de las subidas de impuestos y los recortes para lograr cuadrar las cuentas. Nada más llegar, en el primer Consejo de Ministros, ya se planteó la primera batalla con De Guindos, el titular de Economía. Mientras que Montoro defendía subir el IRPF porque era más fácil que las nóminas no se escaparan, Guindos argumentó que era mejor para la economía un aumento del IVA. La primera pelea se saldó a favor de Montoro. Esa bicefalia económica estuvo presente desde el primer momento y fue origen de innumerables tensiones. En aquellas peleas Montoro hizo piña con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, la ministra Fátima Báñez y el jefe de la oficina económica de Moncloa, y luego ministro, Álvaro Nadal. Sobre De Guindos algunos en el equipo de Montoro decían que traducía del inglés como le daba la gana, en referencia a que era el portador de las noticias de Bruselas en un contexto de intenso escrutinio europeo.

Montoro es el arquitecto del ajuste que salva las cuentas públicas. Intentó hacerlo de forma más gradual. Pero arreglar las cuentas con una economía en caída era difícil. Los costes de esa crisis todavía se sienten. El expresidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, llegó a decir refiriéndose a la política económica en plena crisis: “Todos sabemos qué tenemos que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos una vez lo hemos hecho”. Montoro se preciaba en privado de saber hacer política. Una parte de la derecha le reprochaba no haber ajustado lo suficiente el sector público y haber recurrido demasiado a las subidas de impuestos. En respuesta, antes de las elecciones de 2015, una vez pasado lo peor de la Gran Recesión, Montoro aprobó una rebaja del IRPF para congraciarse con el electorado de derechas.

En esta época de grandes turbulencias y sacrificios para la población, las tensiones proliferaron. La presión mediática era grande y sus colaboradores hablan de una cierta transformación: de la persona afable pasó al personaje más cáustico, envalentonado, que incluso en algunas ocasiones se atrevía a amenazar desde la tribuna. Así se extendió una cierta imagen de profesor chiflado con risita traviesa.

Aun así, siempre se empeñó en impartir pedagogía con unas exposiciones a menudo plúmbeas. Riéndose de sí mismo, incluso decía a los periodistas: “Aquí está el titular”, consciente de que nadie le haría caso. En cambio, era divertido y lenguaraz en la distancia corta. Recordaba que siendo ministro de Hacienda le habían ofrecido el con IVA o sin IVA. “Esto se tenía que acabar”, decía al respecto. En una entrevista a El Mundo, se soltó como nunca había hecho en público y cargó contra Aznar, Rato y Margallo, montando un gran revuelo por unos dardos que con frecuencia prodigaba en privado en conversaciones informales. Se vio el Montoro desatado.

Ahora salta a la palestra el papel de Equipo Económico abriendo puertas en el ministerio. Algunos ministros se quejaron de estas intervenciones. Así lo hizo José Manuel Soria con Abengoa. En aquel entonces este despacho participó asesorando en muchos ERE y regularizaciones fiscales. Algunas fuentes mencionan operaciones como la entrada de la Sepi en Indra. Mientras Felipe Martínez Rico era el jefe de gabinete del ministro, su hermano Ricardo dirigía Equipo Económico. Pero personas cercanas a Montoro señalan que el exministro “no tiene un duro”. Su única pasión es montar a caballo, actividad con la que conoció a su segunda mujer, Beatriz. No se ha beneficiado en absoluto de pagos, dicen.

Su legado fue que la economía española solo puede crecer de forma sana con estabilidad presupuestaria y contención del déficit público, estableciendo un marco de reglas para ello, explica una persona cercana. Siempre dio mucha importancia a la competitividad y que hubiera un superávit con el exterior. Nunca dejó que Cataluña quebrara. Tuvo grandes críticas por la amnistía fiscal, a la que se acogió Rato y luego estalló. Se jactaba de cuidar el bien público y defender la caja. Tenía un enfoque social que muchos tildaban de socialdemócrata. Él se veía como un liberal y recordaba que antaño acudía con el club de los liberales a celebrar La Pepa en Cádiz. Pero estos grupos lo abandonaron. En buena parte de la derecha las subidas de impuestos mataron su imagen dejándolo muy solo. Y pocos en el PP defienden ahora su legado pese a lo arduo del ajuste.

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Sobre la firma

Antonio Maqueda
Periodista de la sección de Economía. Graduado en Periodismo en la Universidad de Navarra y máster por la Universidad de Cardiff, ha trabajado en medios como Cádiz Información, New Statesman, The Independent, elEconomista y Vozpópuli.
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