‘Sé lo que hicisteis el último verano’: la saga de terror da otro paso a golpe de susto
Ni ‘remake’ del original ni simple continuación: esta nueva entrega conserva la estructura del original y personajes apenas diferenciables de aquellos adolescentes de 1997

En la era de las nuevas versiones, las secuelas tardías y los reinicios nostálgicos que nadie pidió pero que todos acabamos viendo, Sé lo que hicisteis el último verano (que se estrena este viernes) se atreve con algo inaudito: ser las tres cosas a la vez. Ni remake del original (pese al título homónimo), ni simple continuación: esta nueva entrega, dirigida y escrita por Jennifer Kaytin Robinson, es una secuela disfrazada de remake, con la estructura exacta del original y personajes apenas diferenciables de aquellos adolescentes que, en 1997, mataron a un hombre en la carretera, lo arrojaron al mar y aprendieron que el pasado siempre vuelve en forma de asesino en serie. ¿Lo llamativo? Que esta operación de calco renovado funciona precisamente porque no pretende revolucionar nada. Vuelven la ligereza y la frescura de los noventa, el miedo intrascendente pero eficaz. Frente al espíritu elevado y grandilocuente del cine de terror contemporáneo, esta entrega reivindica el susto como entretenimiento adolescente. Y eso, a estas alturas, ya es casi revolucionario.
Porque en los últimos años el terror ha mutado. Ya no basta con un criminal acechando adolescentes entre brumas. Ahora se exige trauma, subtexto, alegoría social, capas y capas de lectura, densidad. El mal ya no es un hombre con máscara: es el patriarcado, la represión, el miedo a la maternidad, el duelo mal gestionado o la herencia del colonialismo. A veces con mucho estilo, y otras con sobredosis de estilo. Y aunque haya ejemplos brillantes (Déjame salir, It Follows…), también abundan las películas en las que no hay más que ínfulas. En ese contexto, que un filme como este abrace sin vergüenza los códigos del slasher (subgénero del cine de terror que se centra en un asesino que persigue y asesina brutalmente a un grupo de personas), con sustos en primer plano y adolescentes chillando mientras huyen de un asesino que no necesita justificar filosóficamente sus crímenes, es casi un acto de resistencia pop. Ahora bien, unida, desde luego, a una operación de marketing bien planteada.

Difícil entender este regreso sin invocar la figura de Kevin Williamson, guionista del original de 1997 y cerebro detrás de la recalificación del terror juvenil en los noventa. Él fue quien, con Scream, introdujo la autoconsciencia en el slasher: los protagonistas conocían las reglas del juego, las citaban, las subvertían. En Sé lo que hicisteis..., sin ser tan metalingüística, y escrita en realidad antes del bombazo de Scream, se intuía su mano: la llamada final girl (la chica superviviente), morena e inteligente, frente a la rubia que muere la primera; las falsas pistas bien dosificadas; los personajes que brindaban “por el último verano de decadencia inmadura”; las leyendas urbanas contadas junto al fuego, como si el propio relato fuera una advertencia moral contra el sexo, las borracheras y los porros. Y en paralelo, Williamson daba forma a la serie Dawson crece, oda de amor al cine y al instituto, su obra cumbre.

En esta entrega de 2025, Williamson ya no está en el guion, pero su espíritu sobrevuela cada secuencia. Kaytin Robinson, con buen pulso y sentido del humor, ha entendido la clave: actualizar sin traicionar. El resultado es una película que conserva el tono efervescente y ligero del original, pero que introduce cambios sociales que enriquecen sin pontificar. Si en 1997 la acción comenzaba con un rancio concurso de belleza, aquí lo hace con un acto semejante de doloroso tradicionalismo: una fiesta de compromiso matrimonial. Y lo que en el pasado eran clichés de época (el macho alfa, la rubia tonta, el pobre noble), ahora se reformula con una mezcla de ironía y retrato generacional. Los chicos obsesionados con las criptomonedas y el triunfo económico; las chicas entregadas a la astrología, la meditación o la boda perfecta de estilo paradisíaco para la era de Instagram; la masculinidad tóxica que se resiste a ir a terapia; el empoderamiento femenino que, sin sermones, se manifiesta en acciones concretas.
Y en esa voluntad de continuidad también retornan dos rostros que marcaron a una generación: Jennifer Love Hewitt y Freddie Prinze Jr., ambos cerca de la cincuentena de edad, y ambos bien integrados en la trama como supervivientes de la masacre de Southport, acudiendo al rescate de una nueva prole que, curiosamente, no parece haber madurado mucho más que ellos. De hecho, uno de los hallazgos más perversos del guion está en retratar a los protagonistas actuales, cercanos a la treintena, como si aún fueran veinteañeros cortos atolondrados. Como si se resistieran, con uñas, dientes y filtros de Instagram, a la llegada implacable de la adultez. Como si quisieran seguir viviendo eternamente ese último verano de “decadencia inmadura”. La vida misma.

Claro que, para que funcione la nostalgia, tiene que haber algo a lo que regresar. Y aquella Sé lo que hicisteis el último verano de 1997, tan funcional como una grapadora, fue una película eficaz, bien estructurada, con un guion de Williamson que sabía dosificar las sospechas, construir el suspense y manejar los ritmos. Su director, Jim Gillespie, optó por una violencia sugerida, apenas explícita, lo cual hoy puede parecer casi entrañable. La versión de 2025, sin llegar a los niveles de crudeza de la actualidad (Háblame o Devuélvemela, de los hermanos Philippou, como paradigmas), sí muestra algo más, aunque siempre con control. La sangre salpica, pero no ahoga.
De aquellos jóvenes intérpretes originales ninguno pudo consolidar del todo su estrellato. Ryan Phillippe, con su rebeldía rubia y su mirada un poco extraviada a lo James Dean (ya quisiera él), llegó a apuntar maneras en Gosford Park y Crash, pero se perdió en la acción de saldo. Sarah Michelle Gellar alternó el éxito hormonal de Crueles intenciones con el prestigio televisivo de Buffy, cazavampiros. Love Hewitt se mantuvo en producciones familiares. Y Prinze Jr., tras Scooby Doo (con Gellar, su esposa en la vida real), desapareció casi por completo, pero regresa con dignidad en esta secuela nostálgica. Que ninguno de ellos haya sido estrella más allá de los noventa los convierte, paradójicamente, en iconos perfectos para el retorno. Un regreso que, de todos modos, lleva muchos años conformándose y pergeñándose. La secuela de la película original, Aún sé lo que hicisteis el último verano (1998), era un más de lo mismo, pero peor, una pálida fotocopia que ya no escribió Williamson. La tardía tercera entrega, infecta, del año 2006 y sin los protagonistas originales, no llegó ni a estrenarse en España. En 2014, el director Mike Flanagan y el escritor Jeff Howard revelaron sus planes para un reinicio que entonces no se produjo. Y en 2021 la película original se convirtió en una serie de ocho episodios, que se puede encontrar en Prime Video, repleta de críticas negativas y que nunca trascendió demasiado.
Un ‘slasher’ bien contado
Cómo no, en la nueva Sé lo que hicisteis… hay detalles autorreferenciales para los fans atentos. Guiños que aluden a Scooby Doo, a la tensión en la vida real entre Love Hewitt y Prinze Jr., y al humor negro de una industria capaz de preguntarse si no se podría resucitar a Helen Shivers (el personaje de Gellar), aunque la vimos muerta y congelada. Y detrás de las imágenes, en las transiciones entre secuencias y en los créditos, una selección musical que vuelve a mezclar rock, power pop y punk suave con la nostalgia de los veranos junto al mar. El pequeño pueblo pesquero como escenario emocional, como paisaje generacional a lo Dawson crece, donde el amor y la muerte se cruzan en la curva de una carretera. Y el eterno conflicto de clases: el chico pobre y noble, aquí chica, frente a los ricos desorientados.
Al final, Sé lo que hicisteis el último verano es justo lo que parece: un slasher bien contado, con ritmo y personajes arquetípicos, aunque con una mirada generacional más fina de lo que su estructura convencional podría sugerir. No va a redefinir el género, pero tampoco lo pretende. “La nostalgia está sobrevalorada”, dice uno de los personajes, con rostro serio y sorna interna, en una frase que bien podría titular toda esta operación. Lo está, sin duda. Pero a buena parte del público le encanta, y a sus hacedores les proporciona infinita pasta.
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